6 noviembre de 2011
Manuel Liñán
por José Luis Navarro García
Publicado en El Eco de la Memoria (5 de noviembre de 2011)
Manuel Liñán vino a Sevilla a dar un recital de baile y ¡vaya si lo dio! Aquello fue todo un concierto de un baile que sabía a flamenco por los cuatro costados. El granadino posee una técnica envidiable que quedó encubierta por un aluvión de frescura y espontaneidad. Puso al baile imaginación, temperamento, garra y sobre todo, flamencura.
Comenzó ilustrando un romance del Puerto y bailó hasta las comas. Dio paso al cante por seguiriya y lo remató con un martinete rebosante de seriedad y jondura. Le hizo después un monumento a la soleá, a base de riqueza expresiva, de temple, de conocimiento. No faltó de nada, incluida esa típica escobilla que hizo a su aire, fundiendo tradición y originalidad. Terminó con un taranto y unos tangos en los que, como buen hijo de Granada, dio toda una lección de compás y vivió y contagió a todos la fiesta sacromontana. El recital fue, por decirlo con una sola palabra, una gozada para todos los amantes del baile flamenco.
Completaron la faena Antonia Jiménez con unos extraordinarios tanguillos, arropada por las palmas y las vocecillas de La Tacha y Ana Romero y Juan José Amador, Ismael de la Rosa y Matías López el Mati con una ronda de fandangos, acompañados por el toque de Antonia y de Jesús Núñez.
Fecha: 3 de noviembre de 2011.
Lugar: Sala Turina de la Fundación Cajasol.
Carmen de Salvador Távora
José Luis Navarro García
Publicado en El Eco de la Memoria (28 de octubre de 2011)
El Teatro de la Emoción
Hay obras que se ven y obras que se sienten. Hay obras que interesan, que sorprenden, que entretienen y obras que emocionan. He visto varias veces la Carmen de Salvador Távora. Ha sido en momentos muy especiales: su estreno en el Teatro de la Maestranza, su representación en la Plaza de Toros de Ronda. Primero me sorprendió por sus hallazgos expresivos y coreológicos: la batida y apaleamiento de los gitanos trianeros en la figura de Carmen, su paso a dos con ese caballo blanco que monta su nuevo amante, por citar dos momentos particularmente imaginativos. Desde luego, siempre me ha interesado y me ha emocionado. Sin embargo, nunca la había sentido con tanta fuerza como anoche, cuando la vi en el Teatro Salvador Távora del Polígono Hitasa. Y es que ese pequeño teatro tiene algo mágico. En él, con su cercanía, con su disposición, Távora no solo nos hace sentir lo que sus personajes sienten, es que nos mete esos sentimientos y esas emociones en los mismísimos huesos.
De la obra, poco nuevo puedo añadir a lo que ya he escrito sobre ella en otras ocasiones [1]. Para mí, es una obra maestra y un hito en la historia del teatro flamenco. Después de una andadura de 15 años, sigue tan fresca como el primer día y sus protagonistas —Lalo Tejada, El Mistela, Juan Romero, Jaime de la Puerta, Ana Real, Cristina Rodríguez, María Távora, Juan Aguirre, y Francisco Carrasco— tan convincentes. Si acaso, la obra en su conjunto resulta más densa y más conjuntados tambores, trompetas, guitarras y cantaoras.
2 julio 2011
«La gloria de mi mare», un sainete a la antigua usanza
José Luis Navarro García
Hoy pocos bailaores se conforman con ofrecer un recital de baile. Se erigen en coreógrafos y dramaturgos y venden espectáculos pretenciosos que ponen el flamenco al servicio de argumentos ajenos a nuestro vivir y a nuestras realidades y que muchas veces son filosóficamente descabellados. Al final lo único que queda de ellos, en el mejor de los casos, es algún que otro baile.
No es este el caso de Choni y La gloria de mi mare. Ella con su flamenquería y Juanjo Macías con su dominio de los entresijos teatrales sí dan toda una lección de teatro y de flamenco. El resultado es una obra deliciosamente divertida que el público disfruta desde el primer minuto hasta el último. Porque, ¿quién ha dicho que el flamenco no puede ser también divertido?
Con Alicia Acuña, al cante, y la guitarra de Raúl Cantizano, siempre dispuestos a aportar su granito de comicidad al espectáculo, Choni y Juanjo, se mueven del escenario al camerino y del camerino a las tablas. Reviven en clave de humor la historia de una de esas “madres de la artista” que solían ocupar su trono en los camerinos de teatros y Salones de Varietés a comienzos de siglo. Ese entrañable personaje que cuidaba y mimaba a las artistas que iniciaban su andadura profesional cuando todavía eran unas niñas que no habían llegado ni mucho menos a su mayoría de edad. Esas madres que vivían en sus hijas sus propios sueños de juventud, sus anhelos imposibles, sus éxitos soñados.
Luego, Choni hace el más difícil todavía: bailar por derecho entre carcajada y carcajada del público. En este sentido, nos quedamos con esa guajira llena de sensualidad y coquetería que consigue marcarse completa.
La obra, estrenada la pasada Bienal y repuesta recientemente en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, llegaba al Teatro Riberas del Guadaira de Alcalá precedida de un boca a boca que ponía por las nubes sus excelencias. Y no defraudó. Todos nos olvidamos de la dichosa crisis y pasamos un rato la mar de divertido. Gracias, Choni.
26 julio 2011
Vaivenes, una sinfonía alcalareña
José Luis Navarro García
Por fin se ha estrenado Vaivenes en el teatro y para el público para los que fue concebida. Porque Vaivenes es toda una sinfonía de momentos musicales inspirados por Alcalá de Guadaira y Morón de la Frontera, con un leitmotiv recurrente: ese monumento a la soleá que, fragmento a fragmento, le hace Javier Barón en el centro del escenario ”hacía tiempo que no veíamos bailar con tanta jondura, elegancia y arte”. Son todos creaciones coreográficas y ecos cantaores de otros tiempos, recuerdos de juventud de Javier, recreados ahora desde la maestría de su madurez artística. Hay corros de fiesta a base de bulerías y tanguillos, guajiras, un brevísimo apunte por mariana, escenas solemnes por seguiriya, farruca a violín y tres cubano, saeta, toná a tres bastones y, tratándose de Alcalá, no solo están los panaderos de delantales blancos dirigidos por la gracia personal de David Palomar, sino que podemos disfrutar además de unos deliciosos panaderos bailados magistralmente por Ana Morales y David Pérez. Todo un derroche de imaginación y arte.
Javier no ha escatimado en nada para ofrecer este homenaje a su pueblo y a sus paisanos. No lleva un cuerpo de baile al uso. Lleva cuatro bailaores con nombre propio: Carmelilla Montoya, Ana Morales (Desplante de La Unión), David Pérez (Desplante de La Unión) y Antonio Molina el Choro. La música la ponen las voces de David Palomar (heredero de los maestros gaditanos), José Valencia y Pepe de Pura (dos avezados cantaores de atrás), con las guitarras de dos maestros para el toque de baile, Rafael Rodríguez Cabeza y Javier Patino. Completan el elenco un violín y una percusión de lujo, Alexis Lefevre y José Carrasco, y un instrumento nuevo en estas lides, el tres cubano de Raúl Rodríguez.